sábado, 9 de junio de 2007


Fue cuando decidí por la calle, todas las puertas se habían cerrado tras de mi, mi esposa, mis hijos, los amigos, la sociedad, todos parecían haberse confabulado en mi contra, quise matarles uno por uno pero era una tarea demasiado pesada e irrealizable como para llevarla adelante, además de la carga que significaría para mi a lo largo del desgraciado resto de vida que me quedaba, no valía la pena empeorarlo todo aun más. Fue así que esa noche decidí quedarme en ese lugar en que parecía que el azar me había instalado, un lugar oscuro en donde nadie lograba saber de mi presencia pero yo si percibía a cada individuo y parecía como si pudiera leer hasta el más mínimo de sus pensamientos, es así como fui logrando encontrar siempre este tipo de lugares que me permitían una especie de mirada omniciente que satisfacía mi curiosidad mental que se desarrollaba cada día más, manejándoles como marionetas sin ellos darse cuenta alguna de mi forma de influirles, una moneda y llegaban como por arte de magia, comida y allí estaba, si algo me costó un poco fue superar el frío de las madrugadas, pero como todos sabemos, el hombre es un animal de costumbres y a esta altura ya lo he superado y puedo manejarme con entera libertad por esta ciudad calambrítica y desnutrida, donde lucho por hacer feliz a cada individuo, pero existe un monstruo gigantesco e indolente que se esfuerza a cada hora a cada minuto por no permitirme llevar a cabo esta misión maravillosa. Sin embargo mientras me desplazo con mi carro y los implementos necesarios todos para la realización de mi magna labor, observo las miradas de desprecio de aquellos a los que sólo quiero ayudar pero ellos miran y comentan de mi presencia con un cierto aire a rechazo, aun así, no me importa y les perdono por que no saben lo que hacen y sin mi ayuda sucumbirían ante el frío filo de la guillotina que les acecha permanentemente...

No hay comentarios.: